domingo, 31 de enero de 2010


Ya tolerè el saberme callado, estuve sin saber para donde correr, me sentì solo y di vueltas sobre el mismo punto, miles de vueltas, disimulando lo malo y esperando el abrazo, el otoño, esperando que el cambio de hojas me traiga la calma, quizas con su caida, quizas, con la certeza de que ese cambio siempre florece nuevo y lleno de vida. Y asì fue, siempre, pero siempre sale el sol, y sale gracias al abrazo, al otoño, sale gracias a que hay cosas simples, que hacen que abrir los ojos no siempre sea revolcarse en la realidad que menos queremos ver, que abrir los ojos sea darse cuenta de que extrañar no siempre trae angustia y de que hay tiempo para todo.

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