domingo, 31 de enero de 2010

Para pensarlo dos veces antes de abrir los ojos

Me despierto, no abro los ojos, es màs, pongo en duda el hecho de que me despierto ya que todavìa arrastro el final de algùn sueño bizarro. Hago el movimiento màs raro del mundo y pongo los pies en el suelo todavìa sentado en la cama, no abro los ojos. Espero uno o diez minutos en blanco a que se venga la primer imagen a la cabeza, y si es mala, espero la segunda, tanteo al costado (los domingos y otros dìas especiales el costado, es el higado) mi intento de mesita, entre mis discos de blues y mis pocos pero hermosos libros agarro mi lapicera, la fiel...bueno, la fiel nada, es de esas que no tiene nombres, pero es fiel igual, y escribo, sin abrir los ojos, la primer sensaciòn firme que me golpea la cabeza, por ejemplo: Frìo, Calor, Flopy (perrita) ocupa un lugar exagerado que no merece y que yo no concedì en la cama, resaca, resaca dos veces, etc. Me paro, no abro los ojos, tanteo todo lo que puedo y me golpeo con todo lo que tanteo hasta llegar al baño. Abro la ducha, no abro los ojos, saco el brazo ràpido para que no me ataque el agua frìa en mi estado màs debil, claramente el movimiento es IMPOSIBLE, me salpica, puteo, y tanteo ràpido la toalla para secar lo que en instantes se va a mojar, pero yo tengo la necesidad de secarlo igual. Salgo del baño, todavìa no abro los ojos, tanteo todo lo que antes golpeè y voy en busca de las gloriosas pantuflas (arma letal para el que pretende defenderse de los resvalones en el baño), claramente vuelvo a golpear todo, en la ida y en la vuelta. Entro al baño de nuevo. Finalmente me meto en la ducha, decidido, con el pie derecho, como quien entra a jugar una final, pensando que teoricamente deberìa ser bastante obvio que el agua tendrìa que estar templada, abrazante, y no es asì, me quemo, puteo y me meto cual kamikaze a la ducha a tratar de regular en el menor tiempo posible los niveles de caliente-frio frio-caliente del agua y poder llegar a un acuerdo con todo, hasta que al fin lo logro. Me ducho, con todo lo que eso respecta, entre cantos (gritos finitos) entonando a Spinetta y demases cosas, todavìa no me animo a abrir los ojos. Salgo de la ducha, tanteo hasta donde puedo sin resvalarme y agarro la toalla, como creo cualquier persona harìa, primero me seco la cara, abro al fin los ojos, y me encuentro de frente el espejo, con un dìa por delante, y en un estado razonable para encarar el primer round. Lo que quiero dejar en claro, es que desde que tomo conciencia de mis ojos cerrados, las cosas cambian de una manera increible cuando uno recibe de frente el cachetazo de la rutina y de la realidad, al abrir al fin los ojos.

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