Al fin cerre los ojos y crucé la tormenta,
a través de las formas y los colores.
A través de una conversación entre dos personas
donde solo hablaban sin parar,
sin escucharse,
dando paso al individualismo que tanto nos lastima,
pensando, seguro, que lo que cada uno dice
es mucho más interesante de lo que en realidad es.
Cerré los ojos y me escapé a descubrirme en mi propia
conciencia,
quizás, porque no me interesa fingir interés en algo que
sinceramente me parece una perdida de tiempo.
Me encantaría decirles ahora que ya no peleo por mantener
los ojos cerrados,
que llegué al claro de mi conciencia
y me desarmé entero, para juntar mis pedazos y ordenarlos
cada día como a mí me parezca correcto.
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