martes, 8 de noviembre de 2011


Me encanta que me duela la mandibula de tanto reirme, y darme en cuenta en ese momento que hay pocas sensasiones más agradables que llorar de risa, y de lo importante que es poder asimilarlo y disfrutarlo como lo amerita. Los Miercoles me gusta ir al bar y dejar el higado en casa, y los jueves, a la mañana, pedirle perdón, darle un beso y tragarmelo de nuevo. Me tomó 22 años abrir los ojos y ver todas esas cosas. Darme cuenta que estoy viviendo los mejores años de mi vida, ahora mismo, con el higado en la mano, con los viajes por hacer, con los amigos que quedan. 22 años de caminar todo menos derecho, a los golpes, con la sonrisa marcada y la barba que creció siempre como quiso. Pero lo increíble no es solo eso, sino poder verlo a tiempo.

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